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En la España democrática solo se ha dado una auténtica reforma del sistema educativo, la emprendida por el primer Gobierno socialista en la LOGSE, completada años después por el Gobierno Zapatero. La LODE se limitó a enmarcar los regímenes jurídicos y económicos de los centros públicos y concertados, y la reforma del Gobierno Aznar no llegó a entrar en vigor. Por tanto, no es cierto que la educación española haya sufrido siete reformas en 30 años, como se dice. La España democrática ha tenido un modelo educativo básico, el instaurado por el Gobierno socialista, fundamentado en los principios de la calidad y la equidad, con amplio consenso en la comunidad educativa. Este es el modelo que pretende cambiar la “contrarreforma Wert”. ¿Por qué es tan difícil alcanzar un consenso en torno a la educación en nuestro país? Porque existe una diferencia esencial en los valores con los que unos y otros pretendemos articular el sistema educativo común. La izquierda apuesta por una educación para la igualdad social, mientras la derecha persigue una educación para el darwinismo social. La izquierda habla de inclusión y de integración. La derecha habla de esfuerzo y libre elección. Y los modelos no pueden ser más distintos. Para los primeros, la igualdad de oportunidades es un objetivo prioritario: que cada persona llegue tan lejos como le lleve su talento y su dedicación, independientemente de la economía y del abolengo familiar. Los segundos ven la enseñanza como una carrera con pistas distintas: la pista rápida hasta la meta para los elegidos, y la pista corta con vallas para los demás. El sistema de enseñanza vigente es mejorable. Las leyes educativas promovidas por el PSOE, y aplicadas por millones de profesionales serios y vocacionales, han servido para alcanzar unos niveles de desarrollo y de equidad social muy relevantes en nuestro país. Pero es cierto que el modelo presenta debilidades y que hay reformas por emprender. Ahora bien, hay reformas y contrarreformas, y la propuesta Wert pertenece a estas últimas. Los cuatro grandes pilares que han sostenido el sistema educativo español hasta ahora han sido la escuela pública de calidad, el carácter integrador de la enseñanza, el vector de la secularización y la formación en valores de ciudadanía. Lo público como garantía para la igualdad de oportunidades. La integración de la diversidad para no dejar a nadie atrás. La secularización para defender la autonomía del ser humano respecto al dogma religioso. Y la enseñanza de los valores constitucionales para educar ciudadanos conscientes de sus derechos y de sus deberes. De ahí los cuatro grandes rasgos de la contrarreforma Wert. La promoción de la escuela privada concertada contribuye a restar recursos preciosos para la enseñanza pública, que es la enseñanza garante de la equidad con calidad. Las reválidas sucesivas producen un efecto selectivo y segregador, contrario a la igualdad de oportunidades. La alternativa obligatoria a la religión retrotrae a los tiempos de la España confesional y adversaria de la razón. Y la supresión de la educación para la ciudadanía representa eso precisamente: menos educación y menos ciudadanía. Las reformas respetan los pilares del sistema, salvando lo que está bien y mejorando lo que es susceptible de mejora. Las contrarreformas buscan subvertir el sistema, darle la vuelta. No. Wert y el PP no quieren reformar la educación española. Lo suyo es una contrarreforma. Y vamos a combatirla.